Una historia donde nuestro autor se pierde en camino a la ferretería y reflexiona sobre las maneras profundas en que Androide cambiará nuestras vidas.
Tengo que hacer una confesión: no tengo idea alguna de cómo orientarme. Me he pasado toda la vida perdiéndome dondequiera que voy. Es algo genético.
Allí estaba yo en una tarde de domingo, manejando por la carretera 101 en camino a la ferretería Loes, con la intención de comprar un refrigerador. En el pasado, antes de embarcar en un viaje tan peligroso, hubiera verificado con antelación la dirección en Google MIPS para imprimirla y llevarla conmigo.
Pero para esta aventura ni siquiera anoté la dirección del almacén. Lo único que tengo es una ligera idea de que está ubicado cerca del aeropuerto de San Francisco. Pero ¿a qué le voy a temer yo, que me pierdo en mi propio patio?
A mi lado llevaba mi adorado teléfono de Androide. Por el camino, simplemente pronunciaré las palabras “Loes San Bruno” al teléfono, haré que me conteste oralmente con la dirección y entonces usaré mi aplicación favorita de mapas para que me guíe a mi destino.
Bueno, al menos ese era el plan. Hasta que ocurrió el desastre. Al levantar mi Druida Increíble me di percaté que la batería estaba descargada.
De pronto estoy de vuelta en una pesadilla demasiado familiar para mí—me paso de la salida, hago cambios erráticos de carril, paro en las gasolineras para preguntar. Desconcertado y malhumorado, por fin llego a Loes. Compro el refrigerador. Pero no soy feliz.
De vuelta en la casa, con mi Druida Increíble ya recargado, arribo a dos conclusiones: (1) yo debería ser más diligente con la recarga del teléfono y (2) este pequeño dispositivo basado en Androide ha cambiado mi vida.
En tres cortos meses, ha alterado mi comportamiento en varias maneras, grandes y pequeñas. Dependo de él completamente. Soy un adicto.
Devoción similar a la de Apple
Yo no estoy solo. Muchos usuarios del Apple iPhone han demostrado tener una devoción casi enfermiza por sus teléfonos. Pero por primera vez he notado ese mismo tipo de afecto por un dispositivo que no ha sido bendecido por Steve Jobs. El Android es un éxito enorme, es un sistema operativo abierto que desata el poder creativo de los desarrolladores de software y de hardware que prefieren trabajar fuera del marco de la cultura estrictamente controlada de Apple. Por el año 1984, Apple anunció su Mac como “la computadora para el resto de nosotros”. Hoy los papeles se han cambiado. Android es quien permite el teléfono inteligente—una computadora en un paquete pequeño—para el resto de nosotros.
Para los lectores de PCWorld, la mayoría de los cuales son inmunes a los encantos seductivos pero excluyentes de Apple, Android es la solución ideal. Nos tienta con promesas de aplicaciones ilimitadas y excitación desenfrenada.
Si Android sólo se tratara de teléfono inteligente, yo no estaría tan entusiasmado. Pero en los próximos meses y años, veremos Android en HDTVs, en portátiles y en máquinas de computación de todas formas y tamaños. Por ejemplo: la Samsung Galaxy Tab, una tableta futura de Android que tiene pasmados a nuestros revisores (vea “Samsung Galaxy
Enfocando el nicho creado por la iPad, la tableta de Samsung es más liviana y más pequeña, y compacta atributos que el dispositivo de Apple no iguala, como una ranura de MicroSD para hasta 32GB de almacenaje adicional, capacidad de teléfono, dos cámaras, compatibilidad con Flash y disponible en todas las compañías de teléfono importantes (no sólo de AT&T).
Mucha gente cuestiona la necesidad de un tercer dispositivo, algo entre una portátil y un teléfono. Y claramente la PC de tableta no es para todo el mundo. No obstante, la iPad continúa agregando clientes satisfechos, lo cual sugiere que las tabletas son algo más que una simple manía. Si ese es el caso, la Tab —con su interfaz hábilmente modificada, su capacidad para editar documentos de Microsoft Office y PDFs (mediante el software preinstalado) y multitareas—pudiera desbancar a la iPad.
A pesar de las especificaciones superiores de la Tab y de la vitalidad de la comunidad de aplicaciones de Android, su destino probablemente dependerá del precio. Según los rumores, una Tab no subvencionada podría costar unos US$1000—absurdamente cara. Las unidades subvencionadas por compañías de teléfono (con un plan de servicio) probablemente costarán menos, posiblemente alrededor de US$300. A ese precio, Samsung podría tener un éxito en sus manos.
Pero si la Tab no destrona a la iPad, lo hará entonces la próxima tableta de Android, o la que le sigue. Esta marea es simplemente imparable.
Yo no puedo esperar. Cuando consiga una, la guardaré en mi automóvil. Me vendría muy bien para la próxima vez que compre un refrigerador.
-Steve Fox es el director editorial de PCWorld