Sociedad, industria y Estados parecen estar de acuerdo en el establecimiento de una fecha para poner fin al uso de los combustibles no renovables. Pero ¿estamos realmente listos para hacer el cambio?
Un modelo energético 100% renovable es cada vez más justo y necesario, no solo para reducir el impacto del cambio climático, sino también para prevenir futuras crisis sociales.
Un modelo energético 100% renovable ¿es posible?
La respusta corta es sí. De hecho, la producción de electricidad de fuentes renovables va por buen camino. En julio de 2020, las energías renovables se convirtieron en la fuente de energía con mayor capacidad instalada en países como España. El crecimiento ha sido espectacular, con el 40 % de la demanda ya cubierta en los mercados desarrollados. En 2025, se espera que el 50 % de la generación de electricidad sea renovable.
Por lo tanto, a estas alturas del siglo XXI ya no deberíamos estar discutiendo el impacto del modelo energético actual. Hace tiempo que empezaron a sentirse las consecuencias del cambio climático derivado del uso que hemos hecho de los recursos durante las últimas décadas. No obstante, todavía la industria energética, como ya dijimos, sigue dependiendo en buena medida de la utilización de combustibles fósiles.
Entonces, ¿estamos preparados para un modelo basado 100% en energías renovables? y para responder esta interrogante, vale la pena analizar primero algunas variables. Como por ejemplo:
La responsabilidad de las corporaciones y los Estados
Otra de las aristas importantes en el cambio de paradigma energético es la responsabilidad de las grandes corporaciones. A esto se suma la aproximación de las pequeñas y medias empresas al consumo más resposable de recursos. Así como la demanda de los consumidores por productos con una menor huella de carbón. En este sentido, cada vez más multinacionales se han comprometido en reducir su impacto ambiental. En algunos casos, con el objetivo de convertirse en empresas medioambientalmente neutrales.
Una de las iniciativas más conocidas es la reducción de desechos en el ensamblaje de los productos Apple. Esto último ya es parte habitual de las presentaciones de nuevos productos. Otra iniciativa bastante importante es el compromiso de grandes fabricantes de autos. En este sentido, al día de hoy, seis importantes fabricantes de automóviles -Volvo, Ford, General Motors, Mercedes-Benz, BYD y Jaguar Land Rover- se han adherido a una campaña mundial para eliminar progresivamente los vehículos con motor de combustión antes de 2040.
Entonces, por un lado tenemos los actores privados comprometido para dejar de utilizar y producir productos basados en fuentes de energías fósiles. Por otro, los Estados están promoviendo marcos legales para limitar la dependencia de modelos energéticos no renovables. Es más, hasta se han fijado fechas para las que, determinadas industrias deberán dejar de producir productos que consuman combustibles de origen fósil.
Por ejemplo, existen países que ya se propusieron prohibir la comercialización de autos de combustión interna, o bien promover la venta del 100% de los vehículos de cero emisiones. Entre dichas naciones se incluyen China, Japón, Singapur, Reino Unido, Corea del Sur, la Unión Europea, Canadá, los 12 estados de EEUU adheridos al Programa de Vehículos de Cero Emisiones (ZEV) de California, Sri Lanka, Cabo Verde y Costa Rica (el único pais de Latinoamérica en sumarse a esta iniciativa).
El papel de la tecnología en los cambios de paradigmas
Tomando en cuenta el punto anterior, queda en evidencia que un cambio de paradigma ya depende de tres variables fundamentables. En otras palabras, un modelo energético 100% renovable es posible en la medida que se adopten tecnologías de generación energética más eficientes, del desarrollo de productos con un consumo más eficaz de la energía; y finalmente, de un cambio en los hábitos de consumo.
En primer lugar, cabe resaltar que los avances de lasa tecnologías de generación energética en los últimos 15 años, son comparables a todo lo logrado en los anteriores 100 años. Hoy en día los paneles solares se han vuelto más eficientes, turbinas eólicas son más asequibles y hasta ya es posible crear combustibles alternativos de básicamente cualquier producto biodegradable. Asímismo, el apartado tecnológico que ha visto un desarrollo exponencial la década pasada son la baterías, cuya capacidad de almacenamiento y entrega energética se ha incrementado en más del 100%.
Líneas de producción con un menor impacto medioambiental es también otra tendencia creciente en la industria tecnológica. Al mismo tiempo que mejoran las técnicas de ensamblaje y de reciclaje. Esto, al final, se traduce en productos más verdes, con mayor durabilidad y más reciclables. Lo que al final busca reducir uno de los mayores puntos negativos de la industria tecnológica: la basura electrónica.
Entonces ¿estamos preparados?
La respuesta a esta pregunta nos trae al punto más polémico de este editorial: la sociedad y la manipulación ideológica. Aunque este punto necesitaría un análisis en sí mismo, vale la pena destacar el cambio en el tono de la discusión acerca del modelo energético y el cambio climático. En efecto, durante los últimos años lo que era básicamente intercambios entre grupos científicos y económicos, pasó a convertirse en un punto central de las agendas políticas. En consecuencia, los argumentos utilizados a favor y en contra se alejaron del plano racional, para ajustarse a fines ideológicos de sus oradores. Algo que, incide directamente en la preservación -o eventual modificación- de los actuales hábitos de consumo.
Lo bueno es que, afortunadamente, un cambio de modelo energético también conduce al crecimiento económico. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), una inversión de 130.000 millones de dólares en energías renovables generaría un aumento del PIB mundial de 98.000 millones de dólares, cuadruplicaría el número de puestos de trabajo en el sector hasta los 42 millones en los próximos 30 años y mejoraría notablemente los indicadores generales de salud y bienestar.
Independientemente de lo que creas, vale la pena preguntarse si estás haciendo un uso razonable de los recursos que te rodean.