Aunque la crisis energética ha comenzado a pasar, el interés en la llamada "computación verde" no decae. De hecho, es vista por muchas empresas como una posibilidad cierta de ahorrar dinero y mejorar la productividad disminuyendo el impacto de la actividad industrial y comercial sobre el ambiente. Para los consumidores, la computación verde representa una oportunidad de ayudar a salvar el mundo al tiempo que se rebaja la factura eléctrica.
La organización internacional Greenpeace sigue de cerca la actuación de los principales fabricantes de aparatos electrónicos para evaluar qué tan favorables al ambiente son sus procedimientos y productos, en una carrera cuyo máximo fin es el de reducir el daño ecológico. Algunos gobiernos y organizaciones supranacionales –como la Unión Europea– han tomado muy en serio la defensa del medio ambiente y han formulado algunas de las principales normativas para la eliminación del uso de materiales peligrosos en los dispositivos electrónicos.
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PC World conversó con muchos fabricantes para conocer las iniciativas ecológicas que llevan adelante en la región, así como para estar al tanto de las investigaciones que desarrollan a escala mundial.
Al final, la decisión más importante es la que toma el usuario al momento de preferir algún producto o marca en particular y por eso en PC World le damos información para facilitar la toma de decisiones.
Afortunadamente, en esta difícil tarea de salvar el medio ambiente los usuarios cuentan con dos grandes aliados: el sentido común y Greenpeace. El primero les permite escoger y usar dispositivos que minimicen el impacto sobre el ambiente. El segundo les da una clara idea de qué empresas están preocupándose por mejorar su interacción con el planeta.
Actualmente se descartan entre 20 y 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos al año, según estimaciones de Greenpeace. Son tantos desechos que si se ponen en contenedores y éstos se alinean, le pueden dar la vuelta al mundo, de ahí la gran preocupación de esta organización por que cada fabricante se ocupe de minimizar el impacto de la basura electrónica en el ambiente, restringiendo el uso de materias peligrosas en la fabricación de los dispositivos. Dentro de las estimaciones de Greenpeace, los desechos electrónicos pueden alcanzar hasta el 5 por ciento de la basura de una municipalidad, una cantidad comparable con los desechos de envoltorios plásticos, pero representan una amenaza mucho mayor (ver recuadro “Algunos peligros químicos”).
Este aumento de desechos electrónicos obedece a que los consumidores están actualizando sus televisores, teléfonos celulares, impresoras y computadoras más frecuentemente que nunca. De todos ellos, las computadoras y teléfonos celulares representan el mayor problema, ya que son los que cuentan con el ciclo de vida más corto. El crecimiento de estos desechos es tal que sólo en Europa aumentan entre un 3 por ciento y un 5 por ciento anualmente, hasta tres veces más que el crecimiento del total de los desperdicios, mientras que se espera que en los países desarrollados se triplique el monto de desechos electrónicos en los próximos cinco años.
Qué hay dentro de los dispositivos y a dónde van a parar los mismos
Los dispositivos electrónicos reúnen dentro de sí una gran mezcla de componentes y, especialmente, de materiales. Pantallas para desplegar datos, tarjetas electrónicas, baterías, teclas y carcasas plásticas coexisten con elementos más sutiles. Según señala Greenpeace, un teléfono celular puede estar constituido por entre 500 y 1.000 componentes diferentes, muchos de los cuales pueden contener metales pesados tales como plomo, mercurio, cadmio y berilio o sustancias químicas tóxicas como retardantes para fuego con base de brominio y hasta plástico PVC.
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Estas sustancias, además de contaminar, ponen en serio riesgo la salud de los trabajadores que deben operar con estos al momento de fabricarlos o de disponer de ellos al final de su vida útil. En particular, la exposición al plomo y mercurio de niños y mujeres embarazadas reviste gran peligro.
La mayoría de los dispositivos electrónicos viejos suelen ser almacenados por un tiempo en espera de ser reusados, reciclados o simplemente desechados. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos estima que aproximadamente tres cuartas partes de las computadoras personales vendidas en el país están almacenadas en garajes y armarios, y cuando finalmente son desechadas terminan en incineradoras y rellenos sanitarios, o peor aun, terminan siendo exportadas a Asia.
Los equipos desechados en rellenos sanitarios suelen dejar escapar sus sustancias químicas con el tiempo y éstas terminan afectando el medio ambiente cercano a los mismos –especialmente las fuentes de agua potable– y aunque existen algunas regulaciones locales contra esto, aún muchos equipos terminan en los rellenos.
Si el destino de los equipos es la incineración, el resultado es aun peor, ya que ésta libera los metales pesados en el aire y en las cenizas generadas. El mercurio que se libera –por ejemplo– tiende a acumularse en la cadena alimenticia y termina siendo ingerido por los seres humanos donde se sigue acumulando.
En este esquema parecería que el reciclaje es la mejor opción, pero no siempre ocurre de ese modo. Muchos países desarrollados cuentan con legislación que prohíbe el reciclaje de plásticos provenientes de los desechos electrónicos, ya que éste suele tener retardantes para llamas basados en brominio, lo que puede liberar sustancias tóxicas al ambiente. Lamentablemente, este tipo de controles no existe en países menos desarrollados, que suelen recibir material de desecho para reciclarlo. De hecho, la exportación de desechos electrónicos se ha vuelto ilegal en casi todo el mundo, como una manera de asegurarse de que las empresas se deshacen de los deshechos adecuadamente. A pesar de esta prohibición, actualmente India, África y China reciben gran cantidad de basura electrónica que es reciclada por trabajadores no preparados (la mayoría de las veces incineran los componentes para recuperar los metales).
La clasificación como guía
Afortunadamente, desde la creación de la clasificación ecológica de empresas tecnológicas de Greenpeace en 2006, algunas cosas han mejorado. Las empresas, que inicialmente entraron a formar parte del estudio de manera voluntaria, han mejorado sus prácticas mes tras mes para lograr mejores calificaciones. Los parámetros de evaluación de las empresas son complejos y valoran tres aspectos principales: el uso de sustancias peligrosas en la fabricación de los dispositivos, las políticas de reciclaje de los dispositivos que han cumplido su ciclo de vida y, más recientemente, las políticas internas de las empresas para operar de manera más ecológica.
La última clasificación disponible al momento de escribir este artículo (es la edición número 10 del estudio, correspondiente al mes de noviembre de 2008) coloca a Nokia en el primer lugar con casi 7 puntos de 10; a un punto de distancia se ubican Samsung, Sony Ericsson y Toshiba. A éstas les siguen, menos de un cuarto de punto por detrás, FSC (Fujitsu Siemens) y LGE. Un poco más atrás, pero aun por encima de los 6 puntos, están Motorola, Sony y Panasonic. Cierran el desfile –por debajo de los 5 puntos– Sharp, Acer, Dell, HP, Apple, Philips (con una multa de un punto, ver recuadro “El desempeño de los fabricantes”), Lenovo, Microsoft y Nintendo, este último con una puntuación muy preocupante, por debajo de 1.
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Los usuarios pueden usar esta clasificación como ayuda al momento de seleccionar sus nuevos dispositivos. Sin embargo, es recomendable que antes de tomar decisiones importantes –por ejemplo al comprar PC para una gran empresa– chequeen la última versión del estudio en el sitio Web de Greenpeace (www.greenpeace.org) y lean detenidamente la explicación de por qué los fabricantes ocupan los puestos en los que están, ya que muchas veces la puntuación es influida por el establecimiento o modificación de metas, que no necesariamente están implementadas en los productos que están en el mercado.