Este año marca el décimo aniversario de mi aventura amorosa con las portátiles de 3 libras.
En 1998 caí prendado de la novedosa Sony Vaio 505G de una pulgada de grueso y he mantenido viva esa llama con un par de sus sucesoras. Pero ahora la unidad que durante cuatro años he llevado a todas partes tiene una Webcam que no funciona y un teclado con superficies que brillan en lugar de letras. Antes de que los magos de Redmond pudieran terminar de clavar una estaca en el corazón del XP, me dispuse a buscar una portátil que no estuviera restringida al Windows Que No Debe Nombrarse. Esta tarea resultó ser mucho más difícil de lo que esperaba.
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Consideré brevemente la posibilidad de desertar de Windows. Pero la Macbook Air de Apple se parece a las Vaio originales, con adaptadores para las conexiones importantes y una unidad óptica exterior y opcional. Esa era la tecnología de vanguardia, pero en el año 1998. Y como una batería de repuesto casi siempre me salva el pellejo, la batería fija de la Air hace de esta ultraportátil un ejemplo clásico de las máquinas para presumir que crea Steve Jobs, donde la forma cuenta más que la función.
La serie ThinkPad X300 de Lenovo tiene un teclado excelente, una grabadora de DVD incorporada, abundantes conectores y XP, si usted lo quiere, pero la pantalla de 13,3 pulgadas iluminada por LED no es muy brillante. Peor aun es que la unidad sólo está disponible con una unidad de disco duro transistorizada de 64GB. Esto ayuda al sistema a arrancar en menos de 45 segundos, pero eleva el costo a un lujoso mínimo de US$3.200. Y el paquete pesa 3,4 libras, algo excesivo para un modelo “ultradelgado”.
La Portege R500 de Toshiba asombra porque pesa una libra menos que la X300 y aun así integra todo lo que los usuarios necesitan por alrededor de US$2.100; además, cuando escribo esto todavía se puede comprar con Windows XP instalado. Pero la desventaja mayor en este caso es una pantalla de 12,1 pulgadas poco clara, granulada, con iluminación irregular. Se flexiona, muestra colores pálidos y raros, y su mejor ángulo visual es casi inexistente; en resumen, la peor pantalla de una PC portátil que he visto en años.
La Mini-Note de HP tiene una silueta nueva y regordeta, pero con sus 2,8 libras resulta ligera, y por un precio de US$750 también resulta barata. Aunque se las arregla para incluir un teclado sorprendentemente decente en un espacio pequeño, la Mini-Note es básicamente una colección de concesiones serias: el procesador y los gráficos son lentos; la nítida y brillante pantalla de 8,9 pulgadas es demasiado pequeña para verla con comodidad; la portátil no tiene unidades ópticas; los botones del panel táctil están en el sitio equivocado; y la batería estándar sólo dura unas 2 horas. Aquí usted encontrará el Windows Que No Debe Nombrarse en su peor comportamiento, ya que demora unos enfurecedores 3 minutos en arrancar. Pero por lo menos el XP está disponible, y Linux también.
La serie Vaio TZ de Sony –la bisnieta de mi vieja 505G– comienza en alrededor de US$1.800. Su pantalla clara y brillante de 11,3 pulgadas es por mucho la mejor del grupo, y viene normalmente con una grabadora de DVD y una gran cantidad de conectores. Pero esta Vaio también tiene algunos defectos: sus teclas separadas (ninguna de ellas dedicada a funciones como <Pág. Abajo> y <Fin>) son demasiado pequeñas y los botones del panel táctil son un tanto resbalosos y rígidos.
Y para eliminar al Windows Que No Debe Nombrarse –¡lea bien esto!– hay que desembolsar cien dólares adicionales por la versión de negocios, que viene con discos para “degradar” el equipo al XP. Entonces hay que invertir un par de horas de trabajo para instalar el XP y eliminar una cornucopia de programas innecesarios, seguido por un viaje a la Web para bajar un montón de controladores de reemplazo.
A pesar de esas inconveniencias, terminé comprando este paquete imperfecto de 2,7 libras. Es difícil cambiar las viejas costumbres.
De todas formas, tengo que preguntarme qué sentido tiene pagar por una ultraportátil de escasa potencia cuando podría encontrar fácilmente una portátil corriente con mejor desempeño por una tercera parte del precio. Pero cada vez que levanto mi recargada mochila de viaje o en el avión alguien reclina el asiento delante del mío, sé que esta costosa aventura amorosa continuará durante muchos años más.
-Por Stephen Manes