En mi casa usamos mucha electricidad, una consecuencia inconveniente de nuestra obsesión por la tecnología.
Con la idea de ayudar un poco al medio ambiente, comencé a medir (y espero que a reducir) el consumo de energía en las diversas computadoras y periféricos de mi oficina en el hogar durante un día laboral típico. Lo que descubrí daba pena.
[<img border="0" src="/pcwla2.nsf/0/4C54B6A3A9132F24852573DD00731174/$File/pag16killawatt08.gif">]
Para comenzar mi prueba, compré el Kill A Watt de P3 International (find.pcworld.com/59399), un producto de US$21 que permite medir la cantidad de energía que usa un dispositivo determinado. Entonces leí cuidadosamente mi cuenta de electricidad de US$75 y descubrí que la compañía de electricidad me cobra aproximadamente 11 centavos por kilovatio hora (kWh) por los primeros 333 kWh que usamos por mes (también aprendí que el precio por kWh sube ligeramente en los próximos 100 kWh que usamos y luego sube drásticamente una vez que pasamos de 433 kWh, lo que suele pasar). Armado con mi nuevo artefacto y conociendo mejor los precios, me dirigí a las regletas de conexión que tengo debajo de mi escritorio.
El bueno, el malo y el insaciable
La portátil Dell que me proporcionó mi compañía se alimenta responsablemente de la regleta, pues consume un promedio de 29 vatios mientras la uso y 20 vatios con la pantalla oscura (que ahora está configurada para apagar después de 5 minutos de inactividad). El modo de reserva sólo consume 1 vatio y cuando se apaga logró un 0 perfecto. Cuando trabajo en la casa, uso la portátil para leer mi correo electrónico y la pantalla está oscura la mitad de las veces. Luego la apago después de un día laboral que dura 9 horas. A fin de cuentas, me alegra que sólo tengo que pagar unos 2 centavos al día para usar esta portátil.
Mi equipo de escritorio construido en casa no se cohíbe tanto, pues consume un promedio de 145 vatios durante el uso típico (aunque el uso continuo de la tarjeta de vídeo puede elevar el consumo unos 100 vatios más). En el modo de reserva la unidad consume 6 vatios; apagada, todavía se traga 3 vatios. En el pasado, yo rara vez la apagaba, así que pagaba 38 centavos al día (US$140 al año). Ahora configuré la PC para que entrara en el modo de inactividad después de 25 minutos y la apago todas las noches, lo cual reducirá mi costo a la mitad. Mis ahorros no llegan a los que producen las “PC verdes”, calificadas 4.0 por Energy Star, que el Centro de Pruebas de PC World evaluó recientemente (find.pcworld.com/59401), pero son un comienzo.
Tengo dos pantallas planas de 22 pulgadas. Una es una Acer que consume 37 vatios mientras la uso y 0 vatios en estado de reserva y apagada; la otra, una Westinghouse, consume 43 vatios encendida y 1 vatio apagada. Durante un día laboral de 9 horas sin inactividad, el costo llega a 8 centavos. Configurando ambos monitores para apagarse después de 10 minutos de inactividad y apagando cualquier protector de pantalla, espero mantener mi costo en el futuro en US$30 anuales.
Mis otros dos dispositivos indispensables son mi módem de cable de Scientific Atlanta (6 vatios) y mi enrutador de la red (4 vatios). Como diversos dispositivos los emplean las 24 horas, los siete días de la semana, estoy dispuesto a pagar aproximadamente 3 centavos al día para mantenerlos encendidos continuamente.
Sin embargo, no me entusiasma mucho la idea de pagar por mantener mis altavoces Klipsch y mi impresora HP encendidos continuamente. Cuando está ociosa, la impresora consume 12 vatios e incluso en el modo de ahorro de energía (o apagada) se chupa 6 vatios. Lo peor es que los altavoces se comen 16 vatios cuando están silenciosos, un poco más a volúmenes moderados y aun más cuando los decibeles están a niveles de concierto. Pero el interruptor de encendido es casi inaccesible y nunca los apago.
Por eso fijé una regleta a la parte de abajo de mi escritorio –donde puedo llegar fácilmente al interruptor– y conecté a ella la impresora y los altavoces. Ahora ambos consumen 0 vatios hasta que yo decida usarlos.
Ninguno de los cambios resultó particularmente difícil –en otra ocasión hablaremos de mi servidor, que siempre está encendido y es un glotón de energía– pero todo ayuda por poco que sea. Uno se siente bien cuando ayuda al medio ambiente y ahorra un poco en la factura de la electricidad.
-Por Tom Manilelli