Una y otra vez, hemos estado dispuestos históricamente a sacrificar la calidad por la conveniencia.
Una vieja broma de los programadores dice: “¿Cómo quiere su software: bueno, rápido o barato? ¡Escoja dos opciones!” Pero hay una pregunta más simple que preocupa cada vez más a mis amigos puristas del vídeo y del audio: “¿Cómo quiere su entretenimiento digital: bueno o para llevarlo en el bolsillo? ¡Una de dos!”
En el extremo “bueno” del espectro –la sala de su casa o su sistema de cine–, las pantallas de alta definición siguen mejorando, los DVD lucen realmente impresionantes, y pronto tendremos discos de vídeo en alta definición. Los DVD de audio de múltiples canales y los Super Audio CD ofrecen un sonido espectacular en los sistemas superiores.
Pero mis amigos puristas indican que el audio de múltiples canales todavía no tiene aceptación y miran con recelo al mundo de los dispositivos portátiles como las iPods y los celulares, donde el audio comprimido y el vídeo borroso son la norma. Ellos lo ven como una forma de la ley de Gresham en acción, donde los medios de baja calidad eliminan toda esperanza de algo mejor.
Como espectador que enloquece cuando la más mínima imperfección digital flota en la pantalla, yo comparto su dolor. Es difícil aceptar que la gente esté dispuesta a pagar un alto precio por archivos digitales comprimidos en vez de comprar un CD, que ofrece más calidad y es mucho más flexible en la reproducción. Aun así, el mundo digital está progresando –aunque de manera impulsiva e irregular– hacia una calidad más alta, no más baja.
Sí, hay muchas excepciones. Una y otra vez, hemos estado dispuestos históricamente a sacrificar la calidad por la conveniencia. No es que la radio grande de consola de ayer sonara muy bien que digamos, pero a nadie le importó llevar a un juego de pelota o a un picnic un radio portátil de transistores que sonaba aun peor. Los casetes pregrabados tenían un sonido inferior al de los discos de vinilo, pero por lo menos podían acompañarle a usted mientras hacía sus ejercicios.
En los CD se pregonaba inicialmente su calidad –como mínimo, abolieron los sonidos de disco rayado a que nos tenía acostumbrado el vinilo–, pero su éxito de ventas se debió a la combinación de esa calidad con la portabilidad. Los programas de televisión reproducidos en una videograbadora de casetes lucían muy inferiores a las transmisiones originales, pero la posibilidad de verlos en tiempo diferido dio lugar a una aplicación triunfadora.
Cuando el entretenimiento se hace portátil, puede perder un poco.
El ahorro de dinero es otra razón que nos lleva a sacrificar la calidad. Las llamadas telefónicas de voz por Internet tal vez no suenen tan bien como las que se hacen a través de las líneas telefónicas dedicadas, pero el precio hace que el sacrificio valga la pena. Y cuando usted trafica con canciones robadas o películas copiadas ilícitamente en una sala de cine, tiene que conformarse con cualquier cosa.
Sin embargo, la tendencia es a mejorar. Aun cuando está muy comprimida, la radio digital local y por satélite suena mejor que su homóloga con señales analógicas AM y FM. El total de píxeles de la pantalla en colores de la iPod capacitada para vídeo puede ser minúsculo, pero la densidad de puntos por pulgada es mayor que la de la mayoría de los televisores normales.
Y algo similar a lo experimentado por las cámaras digitales y las impresoras de inyección de tinta, que han mejorado radicalmente a través de los años, está sucediendo con la música. Si usted está dispuesto a ceder el espacio, puede comprar canciones comprimidas sin pérdida en MusicGiants (www.musicgiants.com) o hacer “ripping” de sus CD de la misma manera. Los métodos de compresión mejorados y el aumento en el almacenamiento y el ancho de banda ya nos están dando un mejor vídeo portátil.
Por eso sospecho que cualquier descenso en la calidad es algo temporal. Como la industria cinematográfica, que quiere vendernos versiones en alta definición de las películas que ya tenemos, la industria discográfica querrá aprovecharse un día de nuestros sistemas de cine en casa con múltiples canales. Y es que, en lo referente a la calidad digital, lo que importa a la larga es la ley de Moore, no la de Gresham.
–Stephen Manes